Muchas empresas piensan que residuo orgánico es todo igual.
Los restos de un restaurante no son como los de un supermercado. Ni en composición ni en gestión.
En hostelería predominan proteínas y grasas. Carnes, pescados, salsas, aceites usados. Estos residuos necesitan temperaturas más altas y procesos específicos. Si no, aparecen malos olores y problemas sanitarios.
Los supermercados generan sobre todo frutas y verduras. Material más fácil de compostar. Menos grasa, menos proteína animal. El proceso es más sencillo.
Y las cantidades también cambian todo. Un restaurante produce pocos kilos diarios pero muy concentrados. Un súper genera toneladas pero más distribuidas en el tiempo.
Cada residuo necesita su proceso. No hay fórmulas mágicas ni soluciones únicas.
La clave está en entender cada flujo antes de diseñar la solución. Analizar origen, composición, volumen y logística. Solo así se consigue que los residuos se conviertan realmente en recursos.
Porque al final, valorizar residuos en recursos no es solo bueno para el planeta. También genera beneficios económicos reales para las empresas que lo hacen bien.
¿Tu empresa genera residuos orgánicos?
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